Monumental, excesiva; recogida, íntima, fuera de escala, asombrosamente proporcionada en todos sus matices, la Semana Santa de Sevilla, sigue siendo, contra viento y marea, la gran fiesta de la ciudad y su mayor orgullo. Tiene lugar, además, en los primeros días de la primavera, cuando el calor todavía es soportable y las noches son frescas, es decir, en los días en los que es más apetecible disfrutar la ciudad.
Es más, si no le gustan las aglomeraciones de gente o las fiestas religiosas, les aconsejaríamos de todas maneras que vinieran alrededor de esas fechas: una semana antes o una semana después. Los numerosos jardines y parques de la ciudad se visten de gala con la primavera y todavía quedan algunos sevillanos que engalanan sus balcones o sacan sus macetas a las ventanas.
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